La Literatura es una historia, un relato y por tanto, necesita su tiempo. Estamos sentados en un tiempo cualquiera con las piernecitas colgando observando nuestra rutina y nuestros quehaceres diarios y de repente...otro tiempo se cuela empujando al anterior. Otra vida resopla enviando a la precedente lejos, muy lejos...
De repente, el tiempo usual se rompe y se cuelan por la rendija de la sorpresa otras fiestas, otras dimensiones, nuevos hechos que encienden el foco al protagonista y el resto se torna paisaje...
La vida, que era vida y bella antes de ese de repente...luego se ha podido volver siniestra y precipitada; o quizá, la vida era alegre y discreta y tras ese de repente...se convirtió en feliz y dominguera.
El tiempo se rompe. Se dobla, se desdobla, se fracciona, se multiplica...El hecho sin tiempo no existe y entonces, tras ese de repente hay un antes y un después, un alfa y un omega como la historia cristiana de San Agustín...
La casualidad es un de repente mágico y estremecedor...La causalidad es un de repente funcionario y eficaz...El azar es un de repente infinito y necesario...El deber es un de repente sin piedad y todos esos de repentes nos obligan a mirarnos en otro espejo. Porque cuando nos pasa algo de repente, ya no somos los mismos. Jugamos otras cartas y estamos en otra historia, en otro tiempo, con otros protagonistas...
La literatura nos cosquillea con punzadas sorprendentes a base de de repentes vespertinos o amaneceres sorpresivos...como la vida misma.
¿Estás preparad@ para tu próximo y desconocido de repente?
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