Ciencia ficción pura y dura. Y eso significa jugar con el Tiempo desde la primera vez que vi una: El planeta de los Simios. Porque si es necesario contar el Tiempo para que haya Historia, la Ciencia (Einstein) tendrá que relativizarlo para romper estructuras creadas. De esta manera, ya en el cartel se ven aparentemente dos personajes, que no son sino las caras del Presente y el Futuro (¡Ah!, querido Dickens y sus tres espíritus temporales...) de una misma figura, un looper.
El looper es un matón que liquida cuerpos del futuro para que no sean identificables en el 2074; de manera que, el looper espera el viaje en el tiempo al asqueroso presente del cuerpo, que proviene del futuro para ser asesinado. El problema viene cuando tiene que autoliquidarse y asesinar a su propio futuro. Mientras tanto, los capos del futuro se encargan de que los loopers cumplan con su trabajo, cobren y lleven la vida absurda y vacía, que les lleva a venerar un trabajo cuya rutina les estabiliza en un mundo doblemente marginal: al margen de la ley y separados hasta de sí mismos.
Pero esta película no es de ciencia ficción pesimista o encuadrada en la disutopía: esas en las que desde 1984 o Un mundo feliz mostraban un mundo sin esperanza y cosificado.
Aparentemente, los personajes masculinos, loopers, son hombres solos, que lo saben, y con una cierta inclinación por la amistad. El protagonista del presente, abandonado por su madre (¡Freud asoma la patita!), pone su empeño en aprender francés (¿lengua del amor o paraíso europeo y mítico para los americanos?), ahorrar para irse a un mundo mejor e incluso invitar en su epopeya a su prostituta favorita (¿María Magdalena?), madre de un hijo al que cría sola y que, anclada en una realidad ineludible para toda madre, no se dejará llevar por quimeras. Como a todo niño perdido, le gusta ser acariciado en el pelo con un efecto de consuelo y reposo. Sabe que quiere algo parecido a una pérdida...
La acción absolutamente impactante llega cuando , en un doble juego de presente y futuro , se enfrenta a sí mismo con su cuerpo venidero: más viejo, más vivido y más amado. También más sabio y más herido. Tiene que "cerrar el bucle", es decir, acabar los asesinatos con el suyo propio, según órdenes de un nuevo Fundador del futuro...
Dejando aparte el galimatías de toda película de ciencia ficción, me recrearé en lo afectivo de la narración y que me hace concebirla como un relato de ciencia ficción, no sólo utópico, sino absolutamente amoroso. El personaje del futuro ha logrado encontrar en Shangai, en los albores de su vejez, el amor absoluto de una mujer oriental que le salva, le ampara, le cuida y le ama en el más amplio sentido de la palabra, pues nunca podrá tener hijos, de modo que es querido de manera exclusiva y plena. Conocida esta armonía y estado de felicidad esencial, llega el momento de pagar por tanta vida y morir. Ello pasa por ver cómo su mujer es asesinada, el peor dolor del protagonista. Como dijo el Dante, Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria. Su rebelión para escapar de la muerte es, precisamente, parar el tiempo para evitar que suceda la terrible penuria de un Orfeo sin Eurídice.
Mientras tanto, lanza el mensaje a su cuerpo presente: es El Fundador el que ha dispuesto tal horror, el que quiere acabar con los loopers...Hay que averiguar dónde está y destruirle...
Y si Fundador es sinónimo de Creador, el Fundador es un niño que no está con la Virgen María en un establo, pero casi, en una granja. Otro niño, en principio malvado, cuyo estado reconoce una madre joven y rubia, abandonadora arrepentida, cuyo intento recuerda el niño con ira justiciera y asesina. A pesar del terror de la madre, la mujer está convencida de que si le transmite amor y bondad, su hijo llegará a ser bueno por la propia práctica amorosa, por la cosecha de un afecto incondicional...El Amor en Acción.
Comprendida la historia del bucle, repetición psicoanalítica de una Humanidad malvada por falta amorosa, el protagonista del presente se suicidará, para evitar el asesinato del niño-Fundador por el protagonista del Futuro, roto por su propio sufrimiento.
Es una historia en la que los personajes masculinos no dan; necesitan. Una historia en la que las mujeres sin hombre, o abandonan a sus hijos o los aman a costa de sí mismas, como no puede ser de otra manera, procurando su salvación y su bien.
Y, llegados a este punto, ¿ no sería la Religión, por ejemplo católica, una suerte de juego temporal con su Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) en la que la Ciencia Ficción está servida (Hombre Viejo/Hombre Nuevo) al amparo de un Amor Redentor?
Sea como fuere, Bruce Willis con dos ametralladoras pegando tiros es un espectáculo en sí mismo y no de una violencia necesariamente agresiva. Hay un puntazo de humanidad...
Sea como fuere, Bruce Willis con dos ametralladoras pegando tiros es un espectáculo en sí mismo y no de una violencia necesariamente agresiva. Hay un puntazo de humanidad...
quiero un bono para ir a ver todas las pelis contigo. El aprendiz permanente.
ResponderEliminar¡Adjudicado! Sólo un sabio puede confesarse aprendiz permanente. Con C, de cine.
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