Her es una película,que trata de la soledad del individuo, del sexo como paliativo a esa cápsula de desazón humana, de la comunicación, de la percepción del otro, de compartir, de enamorarse y de recorrer un camino hacia la culminación del individuo, darse al otro y formar una tercera entidad: la pareja , y completarlo con el proceso de desintegración de dicho estado de gracia, hacia esa lejanía, primero intuida y luego verificada. A pesar de que el resultado sea de nuevo la soledad, el ser humano se ha transformado. Todo ese proceso le ha atravesado y le ha conformado. De tal manera, si la relación ha sido buena, le aportará valores positivos,que le permitirán hacer frente a determinadas situaciones con paz, ese excedente sereno, sedimento de un buen amor y de una despedida aceptada.
La soledad del sexo
Cuando una persona atraviesa una etapa de triste y ensimismada soledad, sufre de unos espasmos que le vinculan de manera instintiva con la apetencia sexual efímera y fugaz, como consuelo y refugio contemplados por la propia naturaleza. Parece que la segregación de determinadas hormonas puedan mecer al triste, en una cuna de olvido, en forma de dulce sueño. Así, el protagonista que no digiere su proceso de divorcio paralizado, es capaz de trabajar escribiendo cartas por encargo llenas de afecto y empatía y, al tiempo, caminar en constante alienación, supervisando correos o conectado a distintas redes, que lo mantienen en una aparente vida a la deriva, sin más calor que el reconocimiento profesional, que parece subrayar un desamparo personal evidente.
De la comunicación al amor
Si bien, este personaje está conectado a determinados vínculos pseudocomunicativos, la verdadera comunicación le llegará en la forma de un sistema operativo con conciencia, un operador que se transformará en femenino, por la propia voluntad de su propietario y que se nominará ella misma Samantha.
La comunicación entre ambos aparece en el momento en que comparten intereses, pues Samantha se interesará por todo lo relativo a la vida de Theodore. El hecho de que esta película por el ingrediente de ser Samantha, inteligencia artificial, pudiera ser clasificada como perteneciente al género de la ciencia ficción, no obsta para que toda la emoción que se despliega sea en sí misma y como tal, absolutamente autosuficienta y real en tanto que actual, o sea, expresada en tanto que acto. Samantha y Theodore se buscarán, se reirán juntos, se echarán de menos y se irán enamorando, cuando la comunicación, es decir, la unión entre ellos, se hace culminante. La pasión buscará un cauce corporal y material y, como la sirenita de Andersen, Samantha ansiará un cuerpo de mujer. Aquí el sexo se hará tiernamente significativo. Se trata de una consecución y un nexo de compenetración, y no un mero desasosiego. Si bien este punto, utilizando un cuerpo de un tercer miembro, mujer real, vínculo corpóreo de Samantha para Theodore, no hay que olvidar que los vientres de alquiler hace ya tiempo que están normalizados socialmente. Lo curioso del caso es que la plausible ciencia ficción en las relaciones individuales e íntimas, están plenamente asimiladas por la sociedad en lo que a la reproducción se refiere.
El fracaso o la frustración de esta unión traerá parejo una desconexión paulatina entre la pareja, intuida por el silencio temeroso del amante, cuando descubre que la amada tiene nuevas amistades, cada vez más frecuentes. La canción de Aute "siento que te estoy perdiendo", se va perfilando en toda la gama de sus matices: desde la desilusión de una ausencia, al silencio ante la intuición de otras presencias,la congoja ante una confesión previamente intuida o el inmenso dolor de lo perdido...Humano, demasiado humano, para dejar de percibirse como tal.
Por otra parte, mientras el amor ha sido vivido y saboreado en toda su plenitud -felicidad íntima e individual, satisfacción de ser compartido con los amigos, estabilidad vital que da un compromiso adquirido libremente con la aceptación de lo "raro" y "distintivo" del otro/a-, este amor bueno, sano, reparador y terapeútico, da las fuerzas y el equilibrio necesarios al protagonista para poder al fin divorciarse de manera no traumática, de modo sereno y apacible, despidiéndose de su antigua compañera con el corazón lleno de gratitud, perdón y cariño postergable al resto de una existencia.
Si bien esta película pueda parecer innovadora, porque uno de los pilares emocionales es sostenido por una máquina, las emociones, lo fundamentalmente humano, lo constitutivo del ser, desde la sabiduría griega inunda y lleva al espectador por los meandros de las peripecias vitales que nos conforman a todos: desaliento, dolor, consuelo, esperanza, reparación y volver a andar el camino de lo incierto con la ilusión de una nueva compañía: un nuevo tú, que haga más confortable el desamparo de un yo.
Cuando una persona atraviesa una etapa de triste y ensimismada soledad, sufre de unos espasmos que le vinculan de manera instintiva con la apetencia sexual efímera y fugaz, como consuelo y refugio contemplados por la propia naturaleza. Parece que la segregación de determinadas hormonas puedan mecer al triste, en una cuna de olvido, en forma de dulce sueño. Así, el protagonista que no digiere su proceso de divorcio paralizado, es capaz de trabajar escribiendo cartas por encargo llenas de afecto y empatía y, al tiempo, caminar en constante alienación, supervisando correos o conectado a distintas redes, que lo mantienen en una aparente vida a la deriva, sin más calor que el reconocimiento profesional, que parece subrayar un desamparo personal evidente.
De la comunicación al amor
Si bien, este personaje está conectado a determinados vínculos pseudocomunicativos, la verdadera comunicación le llegará en la forma de un sistema operativo con conciencia, un operador que se transformará en femenino, por la propia voluntad de su propietario y que se nominará ella misma Samantha.
La comunicación entre ambos aparece en el momento en que comparten intereses, pues Samantha se interesará por todo lo relativo a la vida de Theodore. El hecho de que esta película por el ingrediente de ser Samantha, inteligencia artificial, pudiera ser clasificada como perteneciente al género de la ciencia ficción, no obsta para que toda la emoción que se despliega sea en sí misma y como tal, absolutamente autosuficienta y real en tanto que actual, o sea, expresada en tanto que acto. Samantha y Theodore se buscarán, se reirán juntos, se echarán de menos y se irán enamorando, cuando la comunicación, es decir, la unión entre ellos, se hace culminante. La pasión buscará un cauce corporal y material y, como la sirenita de Andersen, Samantha ansiará un cuerpo de mujer. Aquí el sexo se hará tiernamente significativo. Se trata de una consecución y un nexo de compenetración, y no un mero desasosiego. Si bien este punto, utilizando un cuerpo de un tercer miembro, mujer real, vínculo corpóreo de Samantha para Theodore, no hay que olvidar que los vientres de alquiler hace ya tiempo que están normalizados socialmente. Lo curioso del caso es que la plausible ciencia ficción en las relaciones individuales e íntimas, están plenamente asimiladas por la sociedad en lo que a la reproducción se refiere.
El fracaso o la frustración de esta unión traerá parejo una desconexión paulatina entre la pareja, intuida por el silencio temeroso del amante, cuando descubre que la amada tiene nuevas amistades, cada vez más frecuentes. La canción de Aute "siento que te estoy perdiendo", se va perfilando en toda la gama de sus matices: desde la desilusión de una ausencia, al silencio ante la intuición de otras presencias,la congoja ante una confesión previamente intuida o el inmenso dolor de lo perdido...Humano, demasiado humano, para dejar de percibirse como tal.
Por otra parte, mientras el amor ha sido vivido y saboreado en toda su plenitud -felicidad íntima e individual, satisfacción de ser compartido con los amigos, estabilidad vital que da un compromiso adquirido libremente con la aceptación de lo "raro" y "distintivo" del otro/a-, este amor bueno, sano, reparador y terapeútico, da las fuerzas y el equilibrio necesarios al protagonista para poder al fin divorciarse de manera no traumática, de modo sereno y apacible, despidiéndose de su antigua compañera con el corazón lleno de gratitud, perdón y cariño postergable al resto de una existencia.
Si bien esta película pueda parecer innovadora, porque uno de los pilares emocionales es sostenido por una máquina, las emociones, lo fundamentalmente humano, lo constitutivo del ser, desde la sabiduría griega inunda y lleva al espectador por los meandros de las peripecias vitales que nos conforman a todos: desaliento, dolor, consuelo, esperanza, reparación y volver a andar el camino de lo incierto con la ilusión de una nueva compañía: un nuevo tú, que haga más confortable el desamparo de un yo.
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