viernes, 4 de agosto de 2017

El presentimiento de Emmanuel Bove

 
 
Apenas 160 páginas, apenas un fin de semana, se ha sostenido este tesoro inesperado entre mis manos. Todavía está, como un aguijón, clavado en mi mente.
 
Parece mentira cómo se resuelve esta obra contemporánea, de forma tan rápida y certera, dando cuenta, por un lado del determinismo de clase propio de la Literatura decimonónica, sobre todo francesa (pero con quinientas páginas menos) ; y, por otra, agotando, hasta las últimas consecuencias, el desenmascaramiento de la hipocresía ajena.
 
No sólo del matrimonio como imposición, o de la familia burguesa como lastre. No sólo de la empresa, generadora de riqueza únicamente material, sino también de la posición de amante insospechado como algo que va de soi y, por ello, maldito desde el punto de vista nietszcheano: esa irritabilidad que produce lo seguro y asentado.
 
Absolutamente épica, trata esta novela de Charles Banesteau, integrante de una rica familia con fortuna, etc., que, inexplicablemente, lo abandona todo. Absolutamente todo: posición, familia heredada, familia formada, amante, dinero...
 
Hastiado de la falsedad de su entorno y de una infelicidad, aparentemente inexplicable, se instala en un barrio pobre y popular llevando una vida solitaria y austera, preferible a su riqueza anterior. Sus parientes, preocupados por él (y de su posible renuncia de derechos de herencia) merodean sobre él de manera infructuosa.
 
De repente, desde la portería (atención todo un subgénero literario realista francés) surge la necesidad de amparo (es decir, dinero) por parte de una niña que se queda sola, hija de prostituta y alcohólico (Zola total). El protagonista, tan hastiado de los de su clase, observa, sorprendido, los extraños matices de otras clases más bajas, que llevan la etiqueta de su miseria en el cálculo de cada mínimo gesto.
 
Tarde será el momento en que Banesteau descubra que hay diferencia de riqueza entre los humanos, pero nunca de interés (la tremenda vileza desclasada) y esto plantea un problema a mi lectura: ¿Es acaso la inconmensurabilidad entre distintas y distantes clases o entre humanos diversos, un problema que haría imposible la fraternidad tan reclamada por la mismísima revolución francesa?
¿Es ese ideario, alejado de la realidad y vacío de hechos, lo que cause la soledad cercana al solipsismo del protagonista?
 
El presentimiento, que parece llenar de explicación el aislamiento buscado desde la muerte final de Banesteau ante los avances de una enfermedad oculta no diagnosticada, es, en realidad,  una intuición a posteriori de la incomprensible maldad del prójimo.
 

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