El verano puede tener cara de agua cristalina, pero también a veces de charco estancado con un limo que estremece por algo presentido...
Serían las cinco y media de la madrugada, se levantó y se dirigió a la puerta de la entrada al imán de una extraña presencia.
Bajó el picaporte y con horror notó que la puerta de la calle se abría. Olvidaron girarla anoche. Se produjo el sobresalto de alguien al otro lado, que, como venganza, le susurró al otro lado del metal, chuuuuppaaa de manera provocativa, lenta y con un tono lascivo, que la hizo temblar.
Giró la llave con determinación y sintió la impotencia de la falta de mirilla; no sabía cuántos eran y estaban fuera, al ladito, las bicis...
Pensó en su madre, que dormía junto a su nieto, ajenos a todo. Los gatos, inquietos, espiaban entre las maderas de las fraileras...
Sin red inalámbrica ni cobertura para el móvil ni coche…No podía pedir ayuda.
El susurrante subió la escalera a la casa justo encima de la de ella.
La madera de casa de pueblo crujía sobre su cabeza. Justo encima de su habitación...
Quedaba todavía hora y media para el amanecer con el tranquilizador griterío de las aves...
Sin comunicación...las bicis...chuuuuupaaaaa...
El miedo.
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