domingo, 15 de enero de 2012

Re-visión de Jane Eyre

     A Marisa  Bueno por no haber estado y a Inma, Nieves y Pilar por disfrutar conmigo.


    Uno de los momentos más entrañables de estas pasadas navidades, ha sido la convocatoria de colegas para ver juntas en el cine esta película de profes-profas (al terminar la película, la sala mostraba a sólo cinco espectadores entre tanto mujerío). El caso es que yo iba equilibrada entre la pasión fetichista de toda la vida y el ataque por mi educación sentimental, que después he sentido como una estafa (también colaboran Mary Poppins, Sonrisas y LágrimasCuando ruge la marabunta, Mogambo y mujeres heroicas, que se olvidan de sí mismas y cargan con viudos con hijos, con la soledad, con el enfermo, con el imposible...toda resignación disfrazada de heroísmo, que no, que no, que ya no más, -y hasta la siguiente-).


   Iba muy bien acompañada por una historiadora viuda y abuela, una filóloga con cinco hijos, que acudía despistada por poder ir al cine y no ir deprisa a judo o a inglés a llevar o a traer, una filósofa recién casada, tras catorce años de peculiar convivencia y moi même, filóloga separada y con hijo adolescente. Mujeres solas, solas a medias o cuya soledad podría ser un paraíso o un infierno, un terreno indómito y salvaje.

   Hablamos de desmitificar cargadas con el cuchillo analista de quien está de vuelta. En diez segundos, Fukonaga, el director, nos ha embaucado con una atmósfera técnicamente romántica y con un ejercicio de Historia de la Literatura impecable.

   El argumento de este clásico es sobradamente conocido: huérfana acogida y odiada por una tía, que sin escrúpulos, la envía a un orfanato donde será educada y maltratada, so pretexto religioso férreo. Allí conocerá la amistad de una niña que se morirá de tuberculosis durmiendo junto a ella. Mayor de edad, abandona el centro para colocarse  como institutriz en la mansión de Mr. Rochester y entre ellos nacerán unos sentimientos que les llevarán a una boda frustrada, pues se descubrirá en el último momento, que él está casado con una mujer absolutamente loca, encerrada en una torre de la mansión. Jane huirá dejando atrás su felicidad y comenzando de nuevo de maestra en humilde cabaña, lejos de todo. Cuando se entera de que la mansión ha sido destruida por el incendio provocado por la enferma y de que el señor Rochester ha quedado viudo y ciego, Jane no duda en buscarle y unirse para siempre a él.

   La interpretación es magistral: Jane Eyre (Mia Wasikovska) y Mr. Rochester (el Fassbender, Dr. Jung de Un método peligroso , pero desarrollando su ascendencia irlandesa): son ellos y, a la vez, distintos.

   Recuerdo otras versiones, en que se cargaban las tintas en los episodios truculentos del orfanato de Jane Eyre o en el tremendismo de la esposa loca o en la adustez de Mr. Rochester. Pese a deslizarse ese horror sutil del maltrato so pretexto de impureza pecaminosa , típicamente navideño, Dickens dixit, se queda en mera muestra.

   Esta vez me han cautivado otros aspectos. Para empezar el desarrollo no lineal me parece un acierto. In media res, la heroína huye y pasa hambre y frío por esos páramos furiosos que nos recuerdan las Cumbres borrascosas de la familia Brönte. El relato salta hacia la infancia, regresa al presente y, en algún momento parece querer reflejar un flash forward en forma de deseo incumplido cuando ella querría que entrase Mr. Rochester y la realidad presenta al pastor protestante, todo un Billy Elliot crecido y solvente.  En el fondo, todos estor recursos temporales colaboran al positivismo científico de la época (los albores de la genética o en busca de la causalidad perdida, ay Hume) en su búsqueda del pasado o al pre-sentimiento fallido y la intensa intuición, como modo de conocimiento precientífico tan afines y caros al Romanticismo, periodo de tenaces rebeldías.

   Es ejemplar para mí, la austeridad de vestuario, la contención en los gestos, la valentía emocional y sexual de Jane Eyre y Mr. Rochester, que en un guión revolucionario se llaman "personas" (no hombre ni mujer) , "almas" o "compañeros", cuando esta asunción no queda tan clara para mucha gente. Desde ese presupuesto, no queda heroico (ni "sacrificado" desde un punto de vista religioso), el episodio posterior de la ceguera de Mr. Rochester, pues ambos se han buscado ya antes por otros caminos: el tacto, el olor, el tono de la voz...

   El ambiente de claroscuros de la mansión contribuye a esa sensación de profundidad, misterio, búsqueda de uno mismo y hallazgo de explicaciones a dudas, temores y descubrimientos de lados oscuros de los que no carecemos ninguno (atención, que por la época, andan Mr Jekyll y Mr. Hyde).

   Jane Eyre pide justicia desde su más tierna infancia, es independiente y dispuesta a dar amor a quien se lo merezca, pero no a tirarlo. Ante la muerte de su malvada tía exclama "Decido libremente perdonarte" en un alegato contra cualquier mandato religioso o incluso, como distribución racional del imperativo categórico. Escalofriante también es su soledad nocturna en la cabaña de maestra. Cuando esta es subrayada por el pastor para crear temor que se refugie en un posible matrimonio, Jane contesta: "Nunca he estado mejor. Aquí nadie me manda ni dependo de nadie" Un parecido que me trae a una Virginia Woolf con su reivindicación de una habitación propia para cada mujer...

   Impactante, cuando tras descubrir el matrimonio de Mr. Rochester y ante las súplicas de que pueden vivir contra el mundo, Jane exclama "tengo que respetarme"...Una dignidad sorprendentemente moderna...¡ y tan ética!

   Aplaudimos subyugadas e íntimamente silenciosas. Sólo tenemos tiempo para un brevísimo café . A la abuela historiadora la reclama su hijo, que ya es padre ,para solicitarle la receta de una tarta de queso (Increíble que lleve huevo; no la busca en internet, que para eso hay madre), la mamá de los cinco se tiene que ir ,recogiendo todos los remordimientos que le ofreció su marido -"y tú a pasártelo bien, que aquí nos quedamos"- y a mí,  me dice mi adolescente hijo, que no se ha preparado la cena a las 21.30, porque como vengo del cine y no tengo por qué estar cansada, pues es mi deber hacérsela yo.

  Pues, ¡que viva Jane Eyre , que todavía está vigente: para eso es un clásico, una renovación constante! 

4 comentarios:

  1. Hola Laura:

    Primero, agradecerte con todo mi corazón que me invitases a ver esa película, y en versión original, con lo que ello supone para mí. Todavía sigo reviviendo a ese momento de paz para tomar fuerzas en mi vida doméstica, tan cotidiana...

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    1. De lo que deduzco que tu corazón es tu ámbito doméstico y cotidiano.

      No me extraña que estés en paz...

      Besos forzudos:D

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  2. Querida Laura:
    Me ha encantado tu reseña que, como buena que es, me ha hecho apetecer ir al cine a verla. Como habrás comprobado, llevo tiempo sin ir al cine y reseñar yo también (creo que he perdido fuerzas para ir por la noche cuando Amanda se acuesta... de algún lado las tendré que sacar). La verdad es que he visto algunas cosas interesantes en DVD: Tiempo de silencio, Yoyes, Lolita, Plácido, Cleopatra... Pero las veo a costa del sueño y a veces "a capítulos". Gracias por haberme mandado el mail de invitación y el de la reseña, y decirte que ESTÁS GUAPÍSIMA con tu nueva foto de perfil. Confío en que nos veamos pronto, sigue con tanto amor y tanta energía de la buena. África.

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  3. África, mon amour:

    Como filósofa y cinéfila, debes hacerte con La Deuda de una Helen Mirren, que corta la respiración. Ética de cuchilla de afeitar. Debo revisarla, porque en otoño fue tan intensa, que todavía está en mí.

    Y los sueños, cine son...

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