Con luz propia es una sección nueva de este blog. Una ya va siendo mayorcita y su alumnado crece y, como la hiedra, sube exhuberante a cimas nunca holladas por su profesora.
Blanca Díaz Cachón ya tenía luz cuando la conocí en 1991. Tenía apenas siete años y la sonrisa más amplia y sabia que he visto jamás. En aquellos años, hubo una época de paro terrible. Yo era una licenciada filóloga en paro y doctoranda: ¡un caso perdido! Me negué a vender por las casas la Enciclopiedia Británica y acepté dar clases particulares para no ser una carga para mis padres y subvencionarme mis estudios. En su caso, le enseñé todo el inglés que yo sabía.
Blanca tenía una cabeza prodigiosa, su equilibrio entre racionalidad e imaginación le hacía ir con absoluta dignidad y aplomo en silla de ruedas (una especie de captatio benevolentia), y con su inglés tan particular, esta brillanta alumna llevaba a su madre a Londres cada verano para un tratamiento especial de su parálisis.
En cuanto saqué mi plaza de profesora en durísimas oposiciones del 96 (consolaos,compañeros de hoy), dejé a mi mejor alumna al cargo de mi mejor profesora, Almudena D., la cual me daba a mí, a su vez, clases de alemán. La separación dolorosa sólo era mitigada por el hecho de haber unido a dos personas de una categoría infrecuente.
Los años han pasado y mi querida Blanca me ha encontrado en El Laurel. Se ha convertido en una traductora e intérprete brillantísima, como no podía ser menos de inglés y de alemán. Una amante de la palabra en su veneno lingüístico y su antídoto literario.
Es un honor presentaros una colaboración de una antigua alumna a la que pediré clases particulares, cuando ande más holgada de tiempo y de dinero.
Laureles para Blanca. Es increíble que yo haya podido hacer un cameo de cinco años en la vida de esta autora...
Es liberador y alentador saber que tus maestros/as siguen estando presentes en los momentos de mayor...vacío. Ya te dejaré otro correo para no extenderme aquí.
ResponderEliminarComo este blog es para y por los alumnos, haré una pequeña puntualización. En España, en general, la gente no sabe para qué sirve un traductor (en ocasiones, tampoco un intérprete). Creo que es justo que los alumnos de Laura tengáis cierta noción sobre lo que es.
Lo que nuestro amigo el DRAE no nos dice explícitamente en la definición de "traducir" es que ese arte implica conocer muy bien distintas idiosincrasias y, por ende, los idiomas propios de las mismas (lo que para un estadounidense es un OJ, abreviatura que les pirría para el zumo de naranja, el desayuno más típico, más nosotros podría ser un chocolatito con churros). Cuando leemos o vemos algo que se ha escrito o interpretado en otro idioma, hemos de tener en cuenta que lo que hacemos es trasladarnos en el tiempo y el espacio, que en ese universo paralelo las cosas no siempre son iguales que en el que estamos físicamente. Así cuando un personaje come chutney de mango en una cocina londinense:
a) Tenemos que saber qué es el chutney
b) Explicarlo (no vale poner "mahonesa" y cruzarnos de brazos, tenemos que informar al lector/espectador, porque le estamos llevando de la mano del escritor/guionista).
c) Si existe alguna razón específica por la que coma chutney y no otra cosa deberíamos indicárselo al lector ( "es muy típico que los británicos de origen... coman...")
Para estas cosas son ideales las notas al pie, que no deberían ser muy farragosas y menos cuando, en lugar de estar en un libro están, por ejemplo, en una revista.
Espero que Laura pueda aclararos con más calma lo que intento decir en pocas líneas para que leais las notas al pie más concienzudamente.
Un abrazo y ánimo en la recta final,
Blanca
Querida Blanca:
ResponderEliminarNo te respondí, porque tu comentario es rotundo y magistral. No necesita ningún amén.
Un beso siempre.