jueves, 23 de febrero de 2012

Riika Sormunen for The New York Times

La tarde discurría plácidamente, mientras ella leía apoltronada en el sofá una novela, mitad ensayo, mitad ficción de las que le encantaban. Aprovechaba para estirar las piernas en el sofá y ponerlas en alto, pues, últimamente, tenía problemas con el picor de piernas nocturno y le costaba atrapar el sueño.Se esforzaba en caer rendida para que el cansancio la hundiera totalmente.


 En esos momentos, no sólo leía, sino que se apropiaba de un silencio que la envolvía, arropándola, como un jersey viejo. Su lectura era cada vez más sosegada y cálida, más pausada y entretejida de referencias variadas y recuerdos tenues.La alfombra era arrebuñada por sus gatitos y los cacharros se apilaban en el fregadero, pero era su tarde libre. Un placer.

El texto discurría tecla a tecla y suponía que era mejor escribir directamente en la pantalla del ordenador. En eso se diferenciaba de generaciones anteriores. La lectura en la pantalla era luminosa y epiléptica, centelleante y fugaz.

 No podía suponer que lo que estaba saboreando hoja a hoja estaba siendo analizado simultáneamente por él, tan cerca y tan lejos de ella. Porque cuando se escribe, ¿qué distancia verdadera hay hasta la lectura? Y cuando se lee, ¿cuánto dista de la escritura?

2 comentarios:

  1. ¿Qué dice tu librería de tí?
    Besos de una antigua que tuvo el honor de ser "la niña de tus ojos". Espero tu respuesta al correo de contacto que dejaste en este blog.

    http://bookssnob.wordpress.com/2009/09/

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  2. ¡Vaya, Blanquita! ¡Qué hallazgo de blog!¿TIenes algo que ver en él o eres asidua? Desde que tenías siete añitos hasta los doce/trece en que nos vimos por última vez (hace 18 años), ¿qué has hecho? ¡Maravillosa alumna!

    Voy al correo de profe. Este curso, casi sin ordenadores en el instituto y sin tiempo en casa, es una locura...
    Besotes.

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