Cuando he visto la noticia el pasado viernes, en un periódico gratuito a las siete y media de la mañana, he levantado el brazo con alegría, exclamando un "¡toma!". A los trabajadores que me observasen, les podría parecer que ha ganado mi equipo favorito.
Y, por una vez, sí. Ha ganado, por primera vez en mi vida, una escritora de la que he leído mucho y cuyos libros han sido un tesoro para mí, mencionada en varias entradas de este blog. Cuyo reconocimiento no me huele a política, economía o deuda postergada. Ese mercado de las letras, que fabrica figuras donde no las hay. Esta vez, creo que es un honor para los Premios Nobel, que Alice Munro lo ostente.
La conocí hace ocho años, a través de Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio y me llevó a ella el reconocimiento leído de Javier Marías, que la había sentado entre sus caballeros del Reino de Redonda.
Recuerdo que algunas de mis alumnas de 2º. de bachillerato, al vérmelo, se lo compraron y luego, por los pasillos, lo comentábamos. Clubes de lectura ocultos, que se nutren de admiraciones entre los lectores...
Desde entonces, me gusta veranear con ella. Me gusta leerla muy despacio y sólo puedo hacerlo en vacaciones. Y en Gredos, un verano tras otro, cuando paso por determinados parajes, recuerdo las lecturas del verano anterior.Y, a la vez, todos mis pensamientos y sentimientos silenciosos atados a esos helechos del camino.
Sus relatos son sutiles, psicológicos, con una estructura no lineal e imprevisible, con angulación sorprendente, inconfesables, no son de personajes "buenos" ni "malos", son peripecias del alma humana. Me sorprende que la condición del alma femenina, sujeta entre una población rural canadiense llena de afanes y durezas cotidianas, pueda ser tan universal. Que esos personajes sean tan épicos desde una situación aparente de mera figuración en una naturaleza inabarcable. Brughel, el Viejo, hecho palabra.
Muchas veces, he comentado mi incapacidad para reseñar uno de sus libros: El amor de una mujer generosa, Demasiada felicidad, Las lunas de Júpiter, Amistad de juventud, La vida de las mujeres, porque sus relatos breves y certeros, como aguijones de veneno agridulce, no tratan de "algo" que se pueda contar directamente: "pasa esto", sino de momentos de sensaciones penetrantes y revolucionarias.
Por supuesto, no son tampoco relatos femeninos, cursis o amorosos, sino que se pasa por el alma humana con una naturalidad doméstica. Muchos de mis libros están subrayados. Son observaciones sagaces, exentas de frialdad, y arropadas por una comprensión humana sin sentimentalismos. Son caramelos de paladeo lento.
Quienes me conocen, saben que esta noticia me llena de felicidad y que compensa muchos desórdenes culturales que nos afectan hoy a tantos.
El pasado marzo compré un suplemento dominical de periódico, sólo porque figuraba en su portada. Anunciaba que dejaba la escritura y se adjuntaba un cuento inédito, Voces; lo guardo con respeto.Ese respeto hondo no fetichista, ese respeto profundo que no tira fuegos artificiales de admiración.
Soy una lectora más. Sólo eso. Una lectora, que saborea cada línea y que luego arrastra en la cotidianidad el estado de cierta justicia en los destinos de esos personajes tan cercanos al estatus de personas...
Lo mejor de todo, es que me quedan tres libros por leer de ella (Mi vida querida, Escapadas y Secretos a voces)... En este espacio todavía sin ocupar, llevo una especie de placer latente...
Y en estos momentos, bendigo desde el lado más laico de mi existencia, la luz de esta mujer, la inteligencia de esta escritora y el amparo que me ofrece su enfoque valiente y radical de ciertas cuestiones.
Consejo: no hablen mucho de ella. Léanla.
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