sábado, 7 de abril de 2012

Mujer leyendo con gato, Will Barnet

   En un triángulo casi equilátero  y divino estaban confluyendo diversas cálidas alegrías.

    Ella estaba devorando El eterno marido de Dovstoiesky, a la que había acudido por el amargo placer que le otorgó Felicidad conyugal de Tolstoi.

    Mientras su mente analizaba cada detalle, en su boca se deshacía una gominola detrás de otra, que dejaba subsumir para no engordar tanto.
   El placer se completaba oliendo el aroma delicado de su crema nutritiva de noche.
   Los pies se movían gozosos al tocar la dureza limpia del algodón de las sábanas.

   Mientras tanto, su gato reinaba en su vientre, acompañándola y sintiéndose enormemente feliz de estar junto a su dueña. Ella no tendría miedo a los monstruos de la oscuridad, si su gato vigilaba.

  Era el momento preferido del día: cerrarlo desde la seguridad de la jornada trabajada, descansar placenteramente dando gracias por estos momentos y saber que, minutos después descendería por un tobogán de sueños sabiamente cultivado.

   En la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado leerte. Gracias. Que pases un domingo estupendo. Besos!

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  2. ¡Gracias, Joel!

    Y, además, luce un sol maravilloso.

    ¿Qué más se puede pedir?

    Un abrazo.

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