Vidas al servicio de los demás.

   Mi compañera Nieves es esa rubia, cuyo cumpleaños ayer le ha regalado su jubilación. En septiembre, cumpliría cuarenta años como profesora de Geografía e Historia. Su vida: alumnos, compañerismo, una familia, circunstancias duras y la alegría actual de sus nietos.

   Pero a Nieves, la vida le gusta mucho y se afana, se supera y aquí la tenemos, que lo mismo se hace un Catmandú o un Nepal con César Pérez de Tudela. En la montaña o en los tribunales, que, para eso, también es abogada como él.

   Cuando subí a la montaña  a dar un paseíto con él, me pareció un honor increíble. Escuchar su verbo ácido y locuaz es un placer para esta filóloga madura. Porque a este hombre ,yo lo veía de niña explicando con bombachos y calcetines gordos de lana las ascensiones al Naranjo de Bulmes.

    Esos niños de los años sesenta nos educábamos con documentales: Pérez de Tudela en la montaña; Félix Rodríguez de la Fuente, en la naturaleza; Ismael, en el folclore musical y la restauración de instrumentos musicales medievales; el Padre Mundina, con sus plantas maravillosas; el mundo abierto  y afable, que ofrecía el Un, dos, tres de Chicho Ibáñez Serrador, La bolsa de los refranes de Joaquín Calvo Sotelo o el programa Misión Rescate, grupo de jóvenes que rescataban iglesias románicas en peligro de ruina y expolio. Más tarde, el capitán Cousteau y su mundo submarino.

   Con todas esas vidas destinadas a la educación de los demás, no pude por menos que ser scout, cuando las oenegés no existían y, posteriormente ser profesora. Voluntaria perdida, al fin y al cabo.

   Porque cada año, se influye éticamente, cuando menos en un centenar de personas, y cuando el testigo se va cediendo y se va estableciendo una cadena de valores, a pesar de las dificultades y del desprecio de ciertos sectores sociales, tengo que decir que de ser profesora, no me he arrepentido jamás y cada día ,cuando estoy en clase con mis alumnos, soy consciente de cada minuto de conocimiento y cariño. A veces, no pueden ser simultáneos. Pero se intenta.

   Gracias a Nieves, ejemplo constante de superación personal y gracias a todos los que, con  cuyo magisterio, hacen de mí una persona mejor.