domingo, 21 de noviembre de 2010

La Novia Cadáver de Tim Burton



¡Oh, hipsipila que dejó la crisálida,
la princesa está triste, la princesa está pálida!
(Rubén Darío)

La Novia Cadáver.

   Soy adicta al cine de Tim Burton desde siempre, porque soy adicta a la Literatura desde que me enseñaron a leer. Y, además, a la Literatura fantástica, esa que no se ha dado por nuestros contornos… Sleepy Hollow, Eduardo Manostijeras, Pesadilla antes de Navidad, Charlie y la Fábrica de Chocolate, Big Fish…

   Pero La Novia Cadáver es singular y especial: rebosa Arte en cada secuencia.


   Ambientada en la época victoriana, los jóvenes son producto  de su época y, de ahí, que entre otros motivos, se llamen Víctor y Victoria, aunque, como se verá, no será el único pretexto: hay otros triunfos. El suyo será un matrimonio de conveniencia entre el ocaso del estatus y el nuevo brillo del capitalismo incipiente por parte de esa burguesía emergente de manos de pescaderos. Mucha Historia se puede aprender aquí, pero vayamos a la primera secuencia que no tiene desperdicio…

   Comienza con el vuelo de una mosca que vuela y nos introduce en el mundo real remitido a lo histórico (lo que acabamos de esbozar…), pero también el comienzo es señalado con un libro que se abre y el dibujo de una mariposa. La misma que Víctor tiene en un fanal, como quien resguardara la Fantasía dentro de la profunda grisez del mundo real. La mariposa azul con ocelos amarillos es la única nota de color, que, a través de su vuelo, nos dirige por un mundo de calles brumosas, fiel reflejo de una sociedad (pre)industrial y que despliega ya sus encantos mecanicistas y el despunte capitalista, por medio de los diferentes oficios que se desempeñan en la localidad. Abandonada la mariposa, es como si Víctor hubiese abandonado toda esperanza dantesca de libertad y ensueño por el contrato social que supone su matrimonio…




   Las siguientes secuencias son tan crudas, que se equilibran siendo cantadas, narrativamente, las declaraciones de intención de ambos progenitores: los nuevos ricos de los pescaderos, padres de Víctor, quieren el prestigio del estatus y los padres de Victoria, habitantes de una mansión vacía de todo calor, están dispuestos a vender a su hija por dinero.

   Si Víctor perdía su libertad soltando a su mariposa, Victoria ni la sueña, al tiempo que su corsé es apretado hasta la asfixia para que no se le olvide que “todo debe encajar” en un mundo en que no se contempla el amor.

   Llegado el momento de la presentación, acuerdo de familias y boda, los padres se reúnen entre sí, mientras en un búcaro, hay una flor desmayada, como en la Sonatina de Rubén Darío (y en un vaso olvidada, se desmaya una flor). Víctor toca levemente el piano y nos trae un poco de perfume de Chopin…Victoria sale atraída por la música, Víctor se atolondra, se salva la flor por poco…Ante ella, él arregla su corbata, ella ya le entrega su flor a él… ¡En pocos segundos, cuánto dicho…!

   Comienza la boda y por si Víctor no fuera poco libertino con su mariposa, su piano y su pureza romántica, ¡es zurdo! No se admite este despropósito: se le exige la derecha en la exposición de sus votos y su entrega del anillo a la novia…Se suspende la boda hasta que cumpla eficazmente con las normas…

   Víctor abandona apesadumbrado la ciudad repitiendo de memoria la fórmula ritual, se va internando en el bosque e inspirado por una flor consigue su expresión elocuente, que culmina con la sarta del anillo en una rama. De repente, el bosque se inunda de cuervos a lo Hitchcock, la tierra se remueve y se levanta una novia de ultratumba recién esposada, como aquella Inés de Castro en Reinar después de morir. La novia recompone su estructura, que va perdiendo por el camino: se recoloca el ojo, se engancha el brazo y va haciendo absolutamente normal todo ese mundo de mutilaciones y despieces físicos, tan propio de Tim Burton, como quien se ajusta la corbata o se coloca el chal. La naturaleza es absolutamente romántica: noche oscura en bosque repleto de cuervos y la iglesia a lo Nôtre-Dame, al fondo, como un eco de Víctor Hugo…
La novia besa al desconcertado Víctor y ambos abandonan el mundo en blanco y negro de los vivos…

   El beso, como ese grano de granada, que vincula a Proserpina al Mundo de los Muertos,  traslada a los novios (¡ay, Manzoni, I promesi esposi!) a un ámbito lleno de color en contraste con el histórico. El mundo de los Muertos es un universo fauvista caracterizado por los colores ácidos más bellos y desconcertantes: azules eléctricos, verdes apistachados, naranjas osados, amarillos faroleros, fucsias atrevidos, violetas descarados, morados elegantes; gusanos traviesos, calaveras sonrientes: el lado tranquilo y cálido de los muertos de parte del expresionismo…

   A modo de coro griego, se narra la historia de la novia cadáver: sedotta e abandonatta por un falso amante sin blanca con el que se fuga, tras robarla, la abandona medio muerta en el bosque. Al darse cuenta y rompérsele el corazón, la novia muere del todo. Este conquistador sin escrúpulos es el mismo Lord Barkish, que ronda la casa de Victoria, intentando apartar a Víctor de tan jugoso matrimonio.

   La novia cadáver obsequia a su flamante esposo con una caja de huesos, que darán vida a Sobras, la fallecida mascota de Víctor, un perro fiel, que es capaz de lograr el reconocimiento de su amo en un guiño a Ulises.

   Y para cumplir con la convención entera que todo matrimonio como contrato supone, hay que ir al Mundo de los Vivos para conocer a los suegros. Por ello deberán acudir al hechicero que les facilitará la palabra mágica de acceso: Rayuela (huelga omitir toda metareferencia literaria y, en general artística, que palpita en esta palabra).

   Remitidos al Mundo de los Vivos, ya en grises y azules, la Novia Cadáver bailará feliz bajo el claro de luna…Pero la conciencia filosófica y sus ultramundos en forma de alma, recuerdo, sueño, que también tiene su origen en esta etapa histórica -Freud, Nietzsche, Marx, Los Tres Sospechosos- cobra carta de naturaleza, no como un grillo llamado Pepito, que le habla a un muñeco de madera, sino como el gusano que le sale por el ojo a la Novia y que se constituye como alter ego…(“guiño” a las Parcas y a tanta etimología clásica…)
   En un despiste, Víctor engaña a la Novia, acude a casa de Victoria, le declara su amor apasionado (¡triunfa el amor frente al contrato!), pero la Novia escalando como King Kong, les sorprende y pronunciando Rayuela, regresarán al mundo de los Muertos.

   El conflicto está servido: mientras Victoria pregunta a la Religión, en forma de reverendo, qué hay tras la vida, se produce un debate entre los diversos intereses de la Novia y Víctor, que sólo tendrá su conciliación en un diálogo musical tocando a cuatro manos una pieza al piano. De nuevo, la música, ese Arte sublime por encima de todo y logrando lo que no consiguen las razones…

   Mirando la letra pequeña del contrato se da con la solución: “hasta que la muerte os separe” y en efecto, ya están separados por la misma muerte de la Novia…Cadáver. Para que su matrimonio tuviese validez, Víctor tendría que renunciar al Mundo de los Vivos, se ha logrado tal entendimiento entre ellos por la música, que Víctor está dispuesto a quedarse con ella…

  Pero arriba, se preparan los esponsales de Lord Barkish con Victoria, pensando el vil seductor que la niña está forrada; los muertos suben  y deciden ir de boda.

   El encuentro entre vivos y muertos es la fusión entre la luz y el claroscuro. A los ojos de los vivos, los muertos son zombis espantosos, hasta que la mirada inocente del niño (¿recordáis su mirada en El Traje del Rey?) reconoce a su abuelo muerto y se abraza a él lleno de emoción. En ese momento, se oye un guiño musical sobre el tema de Lo que el viento se llevó, mientras vivos y muertos se reconocen en anagnórisis llenas de amor y humor.

   La Novia renuncia a Víctor y se lo entrega a Victoria. Lord Barkish, espantado reconoce a la que en vida fue Emily (como una de las Brönte), que le define: “tú me mataste” y lanza una cálida interrogación con toque shakespeariano: “¿se puede partir un corazón que ha dejado de latir?”…

   Los muertos rodean a Lord Barkish, que se transforma en aullido infernal. Víctor y Victoria se unen para siempre y la Novia, ya en paz, se coloca bajo la inmensidad de la luna y se transforma en cientos y cientos de pequeñas mariposas blancas que vuelan hacia la Reina de la Noche. 

Laura Serrano de Santos, diciembre de 2008. 

4 comentarios:

  1. Enrique Sepúlveda Jorcano24 de noviembre de 2010, 16:36

    Yo ya habia visto la pelicula, pero no sabia que se llamavan Victor y Victoria por la epoca en la que estaban...
    Posdt: Ya se como hacer que salga mi nombre

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  2. Es estupendo enterarse de cosas y ver que lo premeditado, es a veces, más misterioso, que la pura casualidad.
    Un abrazo, Enrique.

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  3. Patricia Suárez Ara13 de marzo de 2011, 15:48

    Hola Laura soy Patricia de 4ºB. A mí me encanta esta película, es una de mis favoritas! De hecho estoy aprendiendo a tocar la canción que toca Víctor al principio y otra que sale más adelante. Pero no me di cuenta que las películas de Tim Burton eran tan románticas hasta que lo mencionaste en clase.

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  4. Verdaderamente, Patricia, Tim Burton es una maravilla literaria en todas sus películas. Sobre todo, el inexplicable mundo de los cuentos.En ellos une fantasía, miedo, superación de ese miedo y ternura. Ya iremos viendo más sobre esto.
    Muchas gracias por participar y un abrazo.

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