La última de Woody Allen es una comedia grata, a caballo entre el cuento y la ensoñación, para, como es obvio en el arte, poder valorar mejor la rutina de la vida.
Gil es un joven que prepara su boda con su prometida y sus futuros suegros americanos. Al parecer, el matrimonio está destinado a ser una sociedad limitada generadora de redes sociales con otros matrimonios para acudir a eventos o presumir de vinos, especialidades diversas y consumistas o comprar mobiliario más o menos chic. El novio describe a su futura mujer como sexy o atractiva, pero olvida el ingrediente principal que debe contener toda relación de pareja: el amor, componente mágico, que aparecerá como concepto clave por otros derroteros.