jueves, 23 de febrero de 2012

Haruki Murakami, De qué hablo cuando hablo de correr.


Cuando se lee, se entra en un mundo absolutamente autónomo y personal, aunque lo escrito sea de dominio público. La recepción es intrasferible. Algo así ocurre con el esfuerzo y la voluntad. A mí, que me apasiona el ejercicio físico, tengo que confesar que correr me supone un esfuerzo mental tremendo. Y no es correr en sí, para lo que tengo capacidad, sino que me cansa la idea de que tengo que correr, hecho que no me pasa con otras prácticas deportivas. De ahí, que me interesara por el libro de Murakami, auténtica épica, pues narra/describe la lucha de un hombre con su interior. Ahí es nada.

Bodegón de principios

Riika Sormunen for The New York Times

La tarde discurría plácidamente, mientras ella leía apoltronada en el sofá una novela, mitad ensayo, mitad ficción de las que le encantaban. Aprovechaba para estirar las piernas en el sofá y ponerlas en alto, pues, últimamente, tenía problemas con el picor de piernas nocturno y le costaba atrapar el sueño.Se esforzaba en caer rendida para que el cansancio la hundiera totalmente.

viernes, 10 de febrero de 2012

Jura de Santa Gadea

A los hombres buenos

   El mundo es viejo y, por ello, la buena literatura, clásica. Siempre actual y vigente. Y para que se vea, traigo aquí el romance de la Jura de Santa Gadea para repasar el comportamiento judicial de un valiente que se ganó el destierro a fuerza de bien servir.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Presbicia: la enfermedad de la lectura.

   El antídoto contra la mala baba de ser insultado como gafotas, ha sido la creación de la imagen de la sabiduría engafada. Por eso, los que hemos gozado de vista de águila, en algún momento de nuestra juventud inicial, hemos coqueteado con alguna leve miopía para parecer listísimos (hoy, las jóvenes se operan el pecho), o hacer creer que llevábamos una vida aventurera y cierta, tras las barricadas de las bibliotecas públicas, auténticos santuarios de mi placer adolescente (la Amarilla del madrileño barrio de Aluche, cuyo carnet me quitó mi madre por robarle horas de sueño a mi crecimiento infantil o la inquietante de la Plaza de los Bandos, en Salamanca, de mi adolescencia errante).

Rebecca reading de Sebastiá Boada



Rebeca está descansando al sol. Tiene una fisura en un dedo del pie. Ya va para un mes y va, dolorida, a todas partes. Le enseñaba a su madre cómo había ido vestida la noche anterior. Para girar sobre sí misma, dio unas vueltas descalza para que se viera el vuelo de su falda. El choque y el dolor no parecieron dos hechos. El dedo se quebró contra la fiera esquina del salón y el año empezó para Rebeca con la contención de un chillido, que la precipitó a la alfombra."Mañana no puedes irte a esquiar" le dijo su madre, "ha sonado a hueso roto"...Pero Rebeca era una cabezota, no podía desperdiciar oportunidades, así pues, fue a esquiar...y a trabajar y a bailar rock and roll y a hacer la compra y a subir escaleras y a llegar tarde por ir despacito al autobús ...
Ya nadie preguntaba a Rebeca por su dedito del pie. Se daba Voltarén, el remedio de las abuelas, todas las noches...pero, por el día, se untaba en el alma mañanas de sol con lectura placentera. Todo se curaba. Todo.