martes, 29 de enero de 2019

Los soñadores by Arturo del Río



Puede que los tiempos sean difíciles. Que la tierra parezca dura y yerma. Que los gritos parezcan más sonoros que los susurros. Pero hay talento subterráneo. Hay genialidad en personas normales que pagan sus impuestos, se toman cañas con los amigos y cada día o cada noche van  a sus endemoniados trabajos  con horarios matadores. Trabajos de turnos agotadores que pagan facturas y llenan de motivos para beber y olvidar. Pero hay gente valiosa. Personas que contestan a sus tiranos produciendo en silencio. Sacando brillo al charol de su fantasía. Arrebatan oposiciones al sueño, escriben libros al desvelo, pintan cuadros a deshora o escriben y dibujan cómics al albur de la soledad de los pasillos de Iberia en la madrugada. Es el caso de Arturo del Río.



Hoy voy a reseñar, honor de los honores, un manuscrito en busca de editor. El primer volumen de un cómic artesano: texto envolvente y cercano y dibujos complejos y delirantes, que recrean un mundo de mundos que se nos desliza entre los dedos como ese sueño caliente se desvanece al primer rayo de luz.

Los soñadores son varios: el protagonista de la portada que correrá como Cary Grant perseguido en sus talones. Que sueña con que su novia  en coma despierte. Pero que, al tiempo, le mantiene despierto en la porquería de vida que lleva... 

Paralelamente, hay un diabólico Dr. Djerba, como en todo cómic que se precie, que experimentará con Juan y Hari, soñadores profesionales, que serán testigos de cómo se va convirtiendo en realidad el producto de los mundos oníricos suscitados artificialmente por el misterioso científico.

Extraños orígenes han unido a esta pareja en un Curso de Onirología avanzada. Ya de pequeña, Hari captó los miedos de su madre cuando soñó sus sueños mientras ésta la gestaba...El texto lleno de suspense y con un guión ingenioso con sorpresas que no tienen precio como "pasar a limpio los sueños" como profesión, despertar en sueños ajenos o los personajes sin rostro, Luis y Paco, tan humanos en su anónimo semblante.

Como Hitchcock, el autor va recreando a distintos personajes extras que, en realidad son compañeros de trabajo, asistentes de cómo la obra se va abriendo paso en la barbarie cotidiana de la gran ciudad.

 El ritmo narrativo es progresivo. Del existencialismo y la oscuridad circundante a la complejidad de la trama que tiene como correspondencia una realidad de tres dimensiones: la historia de Juan y Hari, sus respectivos sueños y la realidad en que lo soñado se implantará. La angustia oscilará entre la abrumadora sencillez de las viñetas o dibujos abigarrados y cuajados de misterio.



El último sueño de Hari será el de una montrua enormemente desvalida que va en busca de su mamá (ay, Freud, cómo te gustaría esto. A ti también, Norman Bates de Psicosis). El lector se quedará desconcertado ante su irrupción en unas escenas que dejan sin aliento porque rompen, literalmente, con todo. Los hilos narrativos previos se quedan suspendidos y se inicia una huida con encuentro final de los personajes anteriores en unas escenas del mejor cine americano, junto a imágenes surrealistas en las que la carretera es desabrochada por esta monstrua, producto de un sueño provocado, en busca de sus orígenes.

Nada que ver con otros cómics industriales en que se actualizan olimpos clásicos, descubriendo mediterráneos a la americana. Este cómic es diferente, créanme, y tiene que salir a la luz para despertar de este sueño eterno. No es baladí que acabe con un fin de fiesta barroco en que todas las criaturas saludan como desde un teatro calderoniano, al respetable.

 No es gratuito el Arte ni nace de la nada. Pero es gratuito cuanto se ofrece al lector al que se le da todo.

La contraportada, pues, se ofrece como contraste de su umbral y es la mixtura, solución de delirio.
No se puede uno perder esta historia que no acaba sino de empezar...¿a nacer?


PD: Parece ser que el autor está trabajando en un segundo volumen en francés, por si las moscas. Es un admirador confeso de Christophe Blain.

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