domingo, 22 de diciembre de 2013

La importancia de llamarse Ernesto, Óscar Wilde

Hace ya una semana que asistí a esta representación, en el Taca de Alcobendas, que tanto disfruté, pero oigo voces en mi interior, que  hacen que me detenga un momento a escribir sobre ella.

Aparentemente, es una disparatada comedia en torno a dos mujeres empeñadas en casarse con un hombre que se llame Ernesto, por el efecto que crea este nombre en ellas. Hasta tal punto, que los prometidos en cuestión y por amor a ellas, estarán dispuestos a re-bautizarse.

Por otra, hay un enredo (entre otros) sobre la disparatada confusión de una niñera, posterior institutriz, que confunde un bebé con el manuscrito de su novela y olvida al infante en la estación Victoria de Londres...(escenario sobre el viaje como metáfora de la vida, que ya viene desde Ulises... a las road movies)

Parece que la risa y el lío están asegurados ya de antemano, pero no todo es delirante y deliciosa comedia, sino una reflexión sobre la Belleza y el efecto que ejerce sobre nosotros.

Efectivamente, aunque parezca ridículo , en su sentido más etimológico, ya desde el título se nos sugiere que uno (en este caso, dos personajes), se entrega apasionadamente a aquello que considera hermoso y que penetra en la conciencia y en el ser de modo cautivador, anhelante y anhelado, y con una tendencia a ser meta, esto es, entregando la vida a aquello que se considera Sublime. En este caso, se trata del nombre Ernesto, pero podría tratarse de la Cultura, del Arte , de la Aventura, de la Naturaleza, de la Sutileza, del Deporte, de la Discreción, de la Bondad...de aquello ansiado, por encima de todo lo demás.


Para un escritor como Wilde, es claro que tras lo formal, vive el fondo de las cosas ,que nos arrebata la entrega más absoluta... Tras la apariencia, el ser, que lo anhela y que lo dota de contenido.

Por otra parte, la confusión bebé/manuscrito , cuya resolución cierra brillantemente la obra, no deja de ser una metáfora entre creadores, cuya raíz remite a eso mismo crear/criar, nacimientos del genio y del ingenio...

Sin destripar la peripecia, la dualidad campo/ciudad tan querida a los ingleses, y sostenida en nuestra cultura desde nuestro acervo clásico Beatus ille, etc.., divide la obra magistralmente usando el mismo escenario, jardín vertical con rosales en flor, que en la ciudad deviene jardín y en el campo, huerta...
Asimismo, el doblete espacial, será el escenario de las dobles personalidades de los protagonistas masculinos...

Excelentes las interpretaciones de los actores. Desde el ya consagrado Pedro Míguel Ramírez al conocidísimo Patxi Larrea, el Bernardo de Cámara Café o las protagonistas femeninas Iratxe García o Leire Ruiz. Todos, hasta los secundarios, brillantes. Óptima la dirección de Alfredo Sanzol.

He disfrutado muchísimo el cierre de actos y el final con una interpretación coral de una canción popular alemana en lo que sería la alegoría de un follón gratamente gestionado.
Ha sido una de las comedias más chic , absurdas e inteligentes que me ha arrancado la sonrisa desde su inicio hasta más de una semana después...

Claro, de firma:  La importancia de escribirlo Wilde, Óscar Wilde...


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