martes, 23 de abril de 2019

El Libro de la Desobediencia de Rafael Courtoisie

A Lucía Brenlla,compañera, amiga y editora valiente  del sello Nana Vizcacha.

En un día como hoy, Día del Libro, 23 de abril de 2019 en que Ida Vitale, poeta uruguaya recibe el Cervantes, hay que abrazar a los uruguayos, suaves y firmes, también en la persona de mi querida Lucía Brenlla, que hace años apareció también en este blog en imagen gastronómica abrazada a quien esto escribe.

Decidida a lo imposible ha creado un sello editorial elegante, astuto y especializado en Literatura uruguaya en especial e hispanoamericana en general para seguir enseñando a esta península, cada vez más ínsula de Barataria, lo que es bueno...

Como experto en literatura uruguaya, recién lo recibo, lo paso a mi colega, el filólogo Santiago Blanco del Olmo y aquí transcribo sus atinadas apreciaciones. Viva este día...Ande mi obra como pella a las dueñas...

Gracias, Santi y un abrazo enorme a Lucía.




  Rafael Courtoisie ha escrito una novela ambientada en el pretérito Japón, así, sin mayor determinación temporal. Se trata de un Japón medieval que podría alcanzar hasta el siglo XVIII, pues se cita a Hokusai, nacido en ese siglo y fallecido en el siguiente. El autor no pone ningún interés en justificar constantes avances en el tiempo, citas de autores posteriores, acontecimientos históricos por venir o “flash forward” a la manera de Virgilio en el libro sexto de la Eneida, aunque no solo. Es sencillamente una bonita “japonaiserie” en la que el lector no se llama a engaño: de nobis fabula narratur, a decir de Juvenal.

  Nos situamos en un Japón envuelto en un eclecticismo de diversas filosofías orientales que incluye el Shin To, el Tao y el budismo Zen, entreveradas de versos de sabor japonés o chino, y un no pequeño recurso a la épica aristocrática de los samurái, solo que extraído no tanto de la Novela de Genji, pongo por ejemplo, como de películas al uso en donde se presentan  las diferentes artes marciales inventadas en el lejano oriente.

  Realismo mágico o magia real, sapos toro, oráculos, personajes que penetran en sueños ajenos, videncias, serpientes voladoras, guerreros imperiales al galope de osos voladores (¿Don Quijote en Clavileño?) “cruza” de osos tibetanos y japoneses, mujeres que de un salto se pegan al techo, etc.

  Y ante todo este maremágnum el novelista guiña  frecuentemente un ojo al instruido lector para describirle un mundo que no se encuentra tan lejos, sino que reconocemos como nuestro en España, desde donde escribo estas palabras, o desde el Uruguay, país hermano y patria de Courtoisie, que curiosamente se llama República Oriental.

  Otros antes hicieron una recreación de la distancia para adquirir perspectiva y poder describir imparcialmente su sociedad de origen, así Tácito en su Germania,  Montesquieu en sus Lettres persannes  Cadalso, ¿cómo no?, en sus  Cartas marruecas o el mismísimo Forner, en sus Gramáticos, Historia chinesca.

  El argumento de la obra se cimenta en un poeta, Okoshi Oshura, de un poeta pobre que al tiempo que escribe versos de encargo a cambio de dinero, escribe la historia de la poetisa Miniki, trasunto de Safo y directora de una Academia de Poesía frecuentada por mujeres jóvenes doctas en números y ritmos y también en sutiles artes marciales del lejano oriente.

  La relación de Miniki con sus discípulas es una mezcla de magisterio y amor homosexual en el que ella es la que manda. El emperador posee un harén de miles de jóvenes mujeres y la mujer predilecta se llama Tomoshi. Protegida fuertemente por miles de soldados, cae sin embargo en las manos de Miniki y sus poetisas guerreras, y es transportada a la Academia de la Poesía, situada en una alta e inaccesible montaña. Allí ambas hembras, la poetisa y la predilecta del emperador, se aman. El emperador castiga cruelmente a los responsables del rapto y ordena buscar por toda la geografía del archipiélago a su perdida joya. Se valdrá de una corte de taumaturgos y bizarros personajes procedentes del ancho mundo, entre los que se cuentan una caribeña con conocimientos del vudú, un astrólogo persa e incluso un jesuita.

El deseo de Miniki de tatuarse el ideograma de “amor” en la última vértebra de su espalda y en la de Tanoshi, hace que aparezca en escena Neko Wal, el tatuador, quien conseguirá enamorar a la maestra Maniki sólo con el tacto de sus manos. Final feliz, los enviados del emperador serán derrotados y las discípulas y la maestra saldrán con buen pie de estas aventuras que superan en imaginación al Ramayana.

  Entre medias hay otro juego consistente en convertir la ficción en realidad y acabar confundiéndolas. Aquí se echa de ver la afinidad que guarda con “Continuidad de los parques” de Cortázar, o más aún, con el episodio de Niebla en que Augusto, personaje, va a pedir a Unamuno, su autor, que no lo mate. Maniki recurre al narrador, O. O., para pedirle que no las haga perecer, cuando el final de la historia novelesca está todavía por redactar.

  El texto recurre obsesivamente a la desobediencia, a ello debe esta novela su título. Más que al Tao Te King de Lao Tse, a uno, que es alcarreño y por ende occidental, se le viene a la mente la tremenda y constante oposición que, según Heráclito de Éfeso, configura el mundo: todo cambia y nada permanece, la guerra es padre de todas las cosas. Así también el poeta y narrador Okoshi Oshura desobedece la orden del emperador de escribirle un diván en torno a los monstruos del Japón.

  El libro está henchido de poesías que recuerdan, ¿cómo no?, obras como la Galatea de Cervantes en donde verso y prosa alternan. Algunos haikus, más allá de la ficción de que originalmente están escritos en japonés, mantienen la estructura que en español les dio el poeta mejicano Juan José Tablada, y son a mi juicio notables:

      En el sur mueren diez pescadores ahogados
      Sabes de lo que hablo:
       Mis dedos
       Bajo la sábana.

  El narrador confiere fuerza a la palabra poética, fuerza de vivir o de morir. Esa confianza absoluta en la palabra corresponde por oficio a O. O. y a su creador Courtoisie, pero recuerda también a la de los escribas que transcribían los cuentos del Antiguo Egipto y a anécdotas como aquella en que el joven filósofo Bertrand Russell casi se desmaya al oír por vez primera unos versos de Blake pronunciados por su compañero de estudios Davies:

  Tyger, tyger, burning bright, in the middle of the night,
   Who could tell your fearful symmetry?

  El libro desborda escenas de sensualidad y erotismo por los cuatro costados, un nuevo libro III del ovidiano Ars amandi, sólo que incluyendo escenas de amor lésbico.

  Al tiempo que se destacan las escenas eróticas, hay un gusto muy perfilado en la obra que hace aparecer escenas de la mayor crueldad, torturas especialmente rebuscadas y horrendas.

  Otra característica notable de Rafael Courtoisie es su eutrapelia, su capacidad de manifestar pensamientos serios y rigurosos en un ambiente humorístico que hace que el lector no pueda evitar sonreír con frecuencia. Son constantes sus gracietas y los juegos de palabras con que el escritor adorna su novela. 

Vg: (pág 75)

  - No olvide que se trata de una luchadora experta…No será fácil cogerla con vida…
  - ¿Cómo dijo?        
  -Cogerla con vida, Majestad. Pero no olvide que esto es una traducción libre que hace uso del español peninsular. En japonés suena más elegante…

  El lenguaje de Courtoisie es muy rico. Hay palabras usadas en el español de América y a veces, por juego,  como hemos visto arriba, palabras del español de España. Hay arcaísmos, por ejemplo: ”munido de una Katana”, por “provisto”. Hay otrosí innumerables palabras que hacen referencia a la botánica, la zoología y los productos orientales. Todo ello da un color orientalizante a la novela.

  Otras palabras vienen de América, “cruza” por “cruce”, “angurria”, que no encuentro en mi diccionario de la RAE, completud, otras de Francia: “narinas”, del náhuatl: “camote”, etc.

  Gusta el autor de ofrecer una coda ternaria en muchas de sus proposiciones, como por ejemplo:

   “quiere, se imagina, se ilusiona.”
   “la venganza, la venganza, la venganza.”
   “la perla perdida, extraviada, arrebatada.”
   “galimatías, paradoja o charada.”

Las citas que he encontrado de otros autores, escritores o cantautores son múltiples: Heráclito es principal, pero también huelo mucho a Virgilio en esta obra, aun cuando no haya cita directa, por ejemplo, en la página 80 se dice:

  Pero me las arreglaré para desobedecer componiendo a mi manera el libro que me encargan. La poesía ofrece esa ventaja: si se la emplea bien, siempre deobedece.

  Así también la Eneida es simultáneamente una obra magnífica de propaganda de Augusto y de Roma, pero su belleza escapa a la necesidad del momento y la alza a la gloria artística, porque la poesía es esencialmente desobediencia.

  Son citados personalidades tan variopintas como Cantor, Neruda, Euclides, Freud, Pollock, Murakami y Falco, pero también Baudelaire y letras de canciones americanas, como: perdona, pero tú no sabes, el conocido tango: no habrá más pena ni olvido, el malo, malo… de la cantante española o el famosísimo unicornio azul.

  Para terminar, creo que esta novela es una parodia crítica de la sociedad y política de nuestro tiempo, sin olvidar la economía. Aquí se plantea la situación del intelectual o artista ante el poder y se reivindica la libérrima facultad de la poesía más allá de todos los vínculos, grillos y trabazones. Además, es muy divertida.

1 comentario:

  1. ¡Qué interesante! Cada nueva lectura de El libro de la desobediencia me descubre más y más mundos presentes en la obra de Courtoisie.
    ¡Gracias, Laura! ¡Gracias, Santiago!

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