jueves, 24 de febrero de 2022

La juventud más longeva

La UNED siempre me ha dado muchas alegrías : desde mis licenciaturas como alumna, al enorme placer de haber impartido Morfología de la lengua española en segundo curso del Grado de Lengua y Literatura españolas.

Decir Morfología en Lengua es ir directos al corazón de la palabra por el ascenso, a veces, arduo, de la Gramática pura y dura y no otra cosa que deshacer entuertos, podar miedos, endulzar amarguras y acompañar al éxito es lo que hacía con mis queridos alumnos tan diversos en edad y condiciones.

Enseñar a adultos...¡qué ejercicio más precioso de humildad recíproca! Inexplicable y mucho más aún en sus circunstancias tan amargas por tratarse de una asignatura que inspiraba tanto pavor.

Entre mis muchos alumnos, aquí poso con uno de la primera fila. Una cara que ya me sonaba de años atrás en las bibliotecas, cuando después de trabajar en mis clases, yo estudiaba Filosofía y él ya comenzaba Hispánicas...hasta que cambió el Plan. Y seguía.

Y todas las tardes le tenía cogiendo apuntes de mis palabras y ceñudo preguntando por todas aquellas excepciones que son norma. Este hombre tan atractivo que andaría por los taitantos (no lo diré, porque la gente guapa es celosa de su edad) era el ejemplo vivo de lo que es la juventud, tal y como yo la entiendo: el aprender continuo lo que te gusta como uno más. Porque todos somos "uno más", si de verdad se es joven, como mi querido Miguel Ángel Ruiz-Larrea, que es el nombre de mi alumno de Morfología y el autor del monumento a la Constitución de 1978, el famoso cubo que se encuentra en la confluencia entre la calle Vitruvio (la jefatura de mi trabajo) y el Paseo de la Castellana.

Así pues, este aprendiz era Maestro, famosísimo arquitecto que nunca lo comentó, este "mayor" era un apuesto joven, ávido de aprender y estudiar lo que antes era Hispánicas, porque le encantaba. Y este inmenso honor y placer que tuve y que reconocí cuando firmó con su nombre el actilla de cada día es al que me abrazo. Entre otras cosas, porque le parecía que el honor lo tenía él. Inmenso.
Cada vez que me acerco de papeleo a Vitruvio y veo su cubo, me acuerdo del verdadero tamaño de la docencia y la discencia, me acuerdo de él tan grande, aprendiendo y de mí, tan pequeña, enseñando. 

2 comentarios:

  1. El honor fue para nosotros, tus alumnos de Morfología, porque cuando un estudiante se tropieza con un profesor que se desvive por querer conseguir que se entienda aquello a lo que tanto se teme, es una árdua tarea que requiere mucho esfuerzo y dedicación. Yo tuve el enorme placer y la gran suerte de asistir a tus clases de esta asignatura cuando la comenzaste a impartir por primera vez, y puedo asegurar que aprendí a diseccionar las palabras, llegando a la obsesión de ir haciéndolo mentalmente con cada una de ellas que me pasaba por la cabeza. Aprendí y también aprobé gracias a ti. Y a ti te debo todo lo que aún recuerdo de esos análisis morfológicos.
    La humildad nos hace grandes, y así es tal y como te recuerdo, querida profesora.
    Que sean muchos los alumnos a los que transmitas tus enormes conocimientos. Gracias por todo lo que hiciste por mí en aquel momento. Ahora solo puedo hablar en primera persona, ya que como unidad de aquel entramado, fue todo tu apoyo y mi esfuerzo (vano en varias ocasiones), el que me llevó a conseguir una victoria que pensaba inalcanzable.
    Recibe un gran abrazo de esta estudiante que siempre te recordará con admiración y respeto.

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